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La “Transformación” de México

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La “Transformación” de México

Sí, todos deseamos un México mejor, “transformado”, empleando el lenguaje político de rigeur en nuestros días. Un país con justicia, mejores salarios, menos violencia, etcétera; en resumen, un México próspero y en paz. “Nosotros somos pacifistas” respondió el presidente hace poco cuando se le pidió posicionarse sobre el conflicto árabe-israelí. Y sí, todos lo somos. No conozco a nadie que sea “guerrerista”.

Sí, todos deseamos un México mejor, “transformado”, empleando el lenguaje político de rigeur en nuestros días.

Pero la verdadera pregunta que los mexicanos deberíamos hacernos de cara a las elecciones del próximo año no es si estamos a favor de la “transformación” de México. Esa está garantizada. Como bien dice Mercedes Sosa, “todo cambia“. La cuestión crucial es si respaldamos las políticas de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) o no. Estas políticas se presentan desde el oficialismo bajo el manto de “La Transformación”, con mayúsculas. Sin embargo, existen infinitas formas de transformación. Como lo señalaban los chinos hace ya 3000 años en el I Ching: lo único inmutable es la mutación, generando una cantidad infinita de posibilidades. Todo está en perpetua transformación. Lo afirma Lavoisier: “Nada se crea, nada se destruye, todo se transforma”, y lo corrobora Herman Hesse en la voz de su Siddhartha: “La rueda de las transformaciones gira velozmente”.

La pregunta que los mexicanos debemos hacernos no es si estamos a favor de la “transformación” de México, sino si respaldamos las políticas de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) o no.

Estas licencias literarias son pertinentes porque, en la actualidad, diversas figuras públicas respaldan a la candidata del oficialismo, Claudia Sheinbaum, argumentando que apoyan “la transformación” del país. Recientemente, incluso el expresidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN), Arturo Zaldívar, se unió, declarando solemnemente: “Toca ahora seguir sirviendo a mi país en la consolidación de la transformación de un México más justo y más igualitario, en el que sean prioridad quienes menos tienen y más lo necesitan”. Se oye bien.

Sin embargo, ante esta seductora propuesta, es crucial cuestionarse sobre la naturaleza específica de la transformación que está llevando a cabo el gobierno de AMLO. Parece bastante claro: un retroceso democrático en toda forma. Analicemos esto más detenidamente.

La transformación de AMLO es un retroceso democrático en toda forma.

En primer lugar, este gobierno ha emprendido un ataque frontal a la autonomía del Instituto Nacional Electoral (INE). Primero vino el Plan A: eliminarlo así sin más. Después el Plan B: ahorcarlo financieramente. Le siguió el Plan C: capturar su presidencia. Vamos ya en el Plan D: desacatar leyes y autoridades electorales.

Este gobierno ha emprendido un ataque frontal a la autonomía del Instituto Nacional Electoral (INE).

En segundo lugar, el papel del ejército se ha expandido para asumir funciones que antes estaban en manos de civiles. No lo digo yo, lo expresó su ex secretario de Comunicaciones y Transportes, quien renunció en 2020 cuando AMLO decidió otorgar la administración de los puertos y aduanas del país a personal militar. “Lamento profundamente no haber tenido éxito en transmitirle mi convicción y mi preocupación sobre la grave trascendencia que considero tiene esta medida para el presente y el futuro de México, tanto en lo económico como en lo político”, mencionó el exministro en su carta de renuncia.

El papel del ejército se ha expandido para asumir funciones que antes estaban en manos de civiles.

En tercer lugar, la transformación de AMLO ha implicado la parcial captura de la SCJN por parte del ejecutivo, con el objetivo final de controlarla en su totalidad. En primer lugar, se deshizo del ministro Eduardo Medina Mora, quien al primer choque decidió renunciar. Su dimisión fue la primera de un ministro de la Suprema Corte desde que ésta se reformó en 1994. Posteriormente, se impusieron perfiles a modo. En fechas más recientes, ha persistido el constante ataque y vilipendio hacia su presidenta, la Ministra Norma Lucía Piña Hernández.

La transformación de AMLO ha implicado la parcial captura de la SCJN por parte del ejecutivo.

Finalmente, AMLO se ha posicionado como el protagonista de la vida nacional, dedicando varias horas diarias a ocupar el espacio mediático. Esta estrategia busca silenciar e intimidar a otras voces, impidiendo un debate técnico sobre las políticas públicas. La política de medios de este gobierno es posicionar al presidente y su administración como la única voz legítima, denigrando a los medios independientes como agentes de una imaginada oligarquía.

La política de medios de este gobierno es posicionar al presidente y su administración como la única voz legítima.

La transformación propuesta por AMLO se traduce, entonces, en la concentración del poder en el ejecutivo, si no es que en su persona, con el fin de conservarlo. Aunque a muchos les pueda seducir la idea del líder fuerte latinoamericano, es crucial entender que esta es sólo una posibilidad de transformación entre muchas, incluso infinitas, y que nada permanece. “¿Ves la gloria del mundo?” pregunta Santa Teresa. “Es gloria vana; nada tiene de estable. Todo se pasa”.

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