Palacio Nacional okupado
En meses pasados, el presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) se refirió a su residencia en Palacio Nacional como un modesto departamento: “Les diría modesto, sí, es un Palacio, pero yo ocupo un departamento que tenía de descanso Calderón y Peña. Como yo en campaña hablé de que quería vivir aquí cuando visité al presidente Peña, ya siendo presidente electo, me dijo ‘mire le voy a enseñar’ y ya me mostró el departamento y ahí vivo”. Su frase confirma que en México estamos llegando ya a extremos orwellianos: La guerra es la paz. La libertad es la esclavitud. El Palacio es un departamento.
Haberse mudado a Palacio Nacional después de ganar las elecciones presidenciales de 2018 fue una de las decisiones más desafortunadas de este presidente, y una que lo pinta de cuerpo entero. Sabedor como pocos de la importancia de los símbolos, al mudarse a Palacio se adueñó físicamente de lo público, de lo que pertenece a los mexicanos sin importar filiación partidista. AMLO gusta hablar de “austeridad republicana”, pero justamente la palabra república viene del latín Rēs pūblica, que significa “cosa pública”, es decir lo que no es privado sino que concierne a todos al ser de uso público.
Haberse mudado a Palacio Nacional después de ganar las elecciones presidenciales de 2018 fue una de las decisiones más desafortunadas de este presidente.
Es difícil interpretar su decisión de mudarse a Palacio como una improvisación fruto de la necesidad. En México, a diferencia de otros países como por ejemplo Chile, existe o existía una residencia oficial para los presidentes: la Residencia Oficial de Los Pinos. Esta residencia fue levantada como aposento oficial del ejecutivo en México en 1935 por el entonces presidente y general Lázaro Cárdenas (1934-1940). Fue desde ese año y en adelante la residencia de todos los presidentes hasta el sexenio de Enrique Peña Nieto (2012-2018). Pero no sólo residencia. Los Pinos, como la Casa Blanca en Washington D.C., era principalmente oficinas administrativas y sede diplomática donde recibir líderes extranjeros. Aquí hay que hilar fino y distinguir a los hombres de las instituciones. En efecto, Los Pinos en última instancia era extensión y sede de uno de los tres poderes de la Unión.
Es difícil interpretar su decisión como una improvisación fruto de la necesidad. En México existe o existía una residencia oficial para los presidentes.
Es importante hace notar que la razón principal de Cárdenas para edificar una residencia oficial para el ejecutivo fue porque no deseaba vivir en el Castillo de Chapultepec, hasta entonces el aposento del presidente y su familia. Es falso como se dice ahora que Los Pinos se edificó en un desplante de boato. Todo lo contrario. Al presidente Cárdenas le apenaba en su republicanismo lo ostentoso que era el Castillo, que por cierto en su momento fue la residencia del emperador Maximiliano y la emperatriz Carlota durante el efímero Segundo Imperio mexicano (1863-1867). Bajo el argumento de que los castillos eran para los reyes, Cárdenas desalojó el de Chapultepec junto con su familia y lo abrió al público en 1939 en la forma del Museo Nacional de Historia. La residencia de Los Pinos se levantó no muy lejos del nuevo museo, en la zona baja del parque de Chapultepec, sin mayor afectación a las áreas verdes.
Es falso como se dice ahora que Los Pinos se edificó en un desplante de boato. Todo lo contrario.
Considerando lo anterior, es evidente que la residencia de Los Pinos fue levantada siguiendo principios de austeridad y republicanismo. Decir que es una residencia opulenta y aburguesada es un argumento difícil de defender. Abandonarla para habitar un palacio virreinal es también desconcertante, por decir lo menos. Lo que es defendible en todo caso sería el afán contra el derroche y desperdicio de recursos públicos que este presidente pregona. Ciertamente es encomiable que se intente hace un uso más racional y ordenado de los magros recursos hacendarios del país. Nadie con dos dedos de frente estaría en desacuerdo con tener una administración pública austera. Pero algunos pensamos que hay muchos otros proyectos y dependencias del sector público donde ahora mismo el dinero se desperdicia a raudales. Sin ir más lejos ahí está el caso de la cancelación del Nuevo Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (NAIM), cuyo costo se calcula en 331 mil millones de pesos.
Los Pinos fue levantada siguiendo principios de austeridad y republicanismo. Decir que es una residencia opulenta y aburguesada es un argumento difícil de defender.
Estuve en la Ciudad de México el mes pasado y pasé frente a Los Pinos, hoy ridículamente llamado “Complejo Cultural”. Me dio pena y tristeza ver el estado de abandono en el que se halla. La pintura resquebrajada, áreas ennegrecidas por la humedad, los jardines entregados al olvido, suciedad y basura. Un edificio sin alma que apunta a convertirse en ruina, todo ello mientras Palacio Nacional está okupado por un presidente que intenta apropiarse de la historia de todos. Diría el clásico: no se vale. Hay cosas que no debemos hacer aunque podamos. Ciertamente AMLO no viola ninguna ley al vivir en Palacio Nacional, pero también es verdad que el sentido común indica que mudarse a ese espacio es un inmenso abuso de poder. Y si no lo es, es al menos una grave descortesía a sus conciudadanos que justificadamente consideran propio este edificio que hasta bien poco era también un museo. Que me disculpen, pero eso en buen español mexicano es actuar como un gandalla.
AMLO no viola ninguna ley al vivir en Palacio Nacional, pero también es verdad que hacerlo es un inmenso abuso de poder.
Hay espacios que pertenecen a todos, y de ahí su importancia simbólica. El Palacio Nacional, cuya construcción data de 1522, es uno de ellos. Lo cierto, sin embargo, es que hay políticos dispuestos a cruzar líneas rojas y apropiarse del espacio común.