Irán sigue ganando tiempo para su programa nuclear
La habilidad con que el poder iraní juega con las ventajas que el complejo mundo de la globalización le ofrece es digno de ser estudiado en profundidad como ejemplo de aprovechamiento de estas, pero quizás en la coyuntura actual no sea una buena idea seguir manteniendo un pulso con los grandes en los términos en los que en años recientes se ha venido haciendo.
Aunque vivimos ahora mismo una escalada verbal nunca vista antes entre Irán y la Federación Rusa, motivada por el aparente acuerdo de principio del Kremlin para endurecer las sanciones contra Irán por parte del Consejo de Seguridad de la ONU, sólo cuando dichas sanciones reforzadas sean consensuadas entre los grandes y sometidas a votación en el ejecutivo de la Organización podremos hablar de tales. Rusia ha apostado siempre en el pasado por dar un margen de confianza a Irán, un Estado que además de su vecino es también un socio importante en algunos ámbitos. Además, las autoridades rusas han tenido en esta cuestión, la nuclear, un motivo obligado de intervención para tratar de contrarrestar las iniciativas de los EEUU en su propia dinámica bilateral como gran potencia, una, y superpotencia, la otra. Pero ahora que Irán se permitía jugar sus bazas implicando a Brasil, uno de los denominados BRIC (Brasil, Rusia, India y China), y también a otro país emergente, Turquía, en planteamientos poco claros, la paciencia de Rusia se acaba. Y se acaba además no sólo porque Teherán no ha convencido sobre el uso pacífico que daría al uranio enriquecido que podría recibir tras depositar en Turquía 1.200 kilogramos de mineral de bajo enriquecimiento para que quedara almacenado en ese país mientras se enriquecía por otro lado uranio al 20% para enviarlo a Irán, sino también porque con estos manejos desprecia planes de enriquecimiento mucho más elaborados e incluso mucho más creíbles que Rusia le ofreció en el pasado. Hay por ello decepción y mucho cansancio detrás del enfado ruso, siendo además Rusia un país implicado sólidamente en la puesta en marcha del programa nuclear civil iraní.
lo que se deduce de todo esto, por otro lado, es que la estrategia iraní de ganar tiempo para seguir adelante con su programa nuclear, civil y militar sin distinción alguna pues sus líderes creen que deben tenerlo, empieza a cansar incluso a sus más recalcitrantes aliados. El cansancio ruso se manifestaba ayer en forma de críticas nunca antes oídas contra el régimen de los Ayatollahs. El de China no se ha manifestado aún pero es previsible que se lo haga, sobre todo ahora que a Pyongyang le toca mantener en solitario un pulso en el que el régimen norcoreano está más aislado que nunca y en el que va a seguir pretendiendo que Pekín le haga de escudo diplomático en el Consejo de Seguridad. El hundimiento de una corbeta surcoreana por un submarino de Corea del Norte el 26 de marzo, provocando la muerte de 46 tripulantes, ha sido la gota que parece haber colmado el vaso en una península coreana que aún sufre la Guerra Fría. Ello puede tener consecuencias gravísimas en términos de seguridad y China va a tener dificultades suficientes como para tener que amparar a la vez a norcoreanos y a iraníes, aunque también es verdad que podría hacerlo o que al menos podría demorar la toma de decisiones. Sabido es que los líderes iraníes confían en la intervención divina a la hora de realizar su planificación estratégica pero bueno sería que miren más allá de lo que ha sido el tradicional pulso entre potencias infieles en términos de aprovechamiento pues la seguridad mundial se encuentra ahora mismo atravesando momentos críticos en los que pueden cambiarse algunas dinámicas que hasta ahora nos habían parecido a todos previsibles, incluyendo en todos al complejo poder que gobierna Irán.
Las opiniones expresadas en este Blog son personales y no reflejan necesariamente las opiniones de Global Brief o de la Glendon School of Public and International Affairs.
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