Otro año haciendo frente a los intentos expansionistas de Al Qaida
El asesinato de 21 cristianos en un templo copto de Alejandría en la noche de Año Nuevo va mucho más allá del atentado en sí, o de la ubicación del mismo en el marco de la creciente tensión intercomunitaria en Egipto. Es un claro símbolo de lo que Al Qaida y las demás redes y células del yihadismo salafista pretenden hacer a escala global: dividir y enfrentar para a la larga acabar imponiéndose. A ello se une el simbolismo del momento elegido para el ataque, el tránsito de 2010 a 2011, augurando un Nuevo Año ahogado en sangre.
Precisamente frente a tales deseos de dividir y de enfrentar debe de plantarse la Comunidad Internacional en su conjunto, comenzando como es lógico por los países musulmanes que es donde Al Qaida centra y seguirá centrando sus esfuerzos. La obsesión de los seguidores y emuladores de Osama Bin Laden está, como sabemos, ante todo y sobre todo concentrada en la comunidad musulmana, tratando de limpiar esta de los elementos díscolos, de las voces discordantes, de lo que para los terroristas son los malos musulmanes. Ahí incluyen no sólo a los shiíes de Irak o de Pakistán sino también a los abundantísimos suníes, la mayoría, que no quieren saber nada de sus delirios y a los que adoptan una posición de enfrentamiento militante contra estos. Por añadidura, en países donde la presencia cristiana, copta en Egipto o caldea en Irak, enriquece los mosaicos religiosos de estos países, los yihadistas quieren acabar con su presencia, y ello más pronto que tarde. Los coptos hacen bien en resistirse y no sólo porque son los egipcios más antiguos, pues el Islam llegó después, sino porque nadie puede abrogarse el derecho a decidir quién puede quedarse y quién debe irse de la que es su casa. Ójala que los coptos resistan y no tengan que hacer las maletas que antes hicieron centenares de miles de judíos que vivían desde antiguo en múltiples países árabes y musulmanes, enriqueciendo también con su presencia a estos, y ójala que no les suceda lo que ahora mismo están sufriendo diversas comunidades cristianas en Irak o en los Territorios Palestinos. El éxodo cristiano de Irak es por ahora interior, desplazándose a la región kurda del país donde son bien recibidos y respetados, pero algunos ya abandonan el Estado árabe como muchos palestinos han abandonado la Gaza controlada por Hamas e incluso algunos lo han hecho desde la simbólica Cisjordanía de Belén, de Nazaret y de Jericó.
El éxodo callado de los cristianos del mundo árabe y musulmán debe de ser denunciado por todos, y no sólo por el Papa Benedicto XVI que les está invitando a resistir. Es la Comunidad Internacional en su conjunto la que debería de adoptar un papel activo pues inhibirse no es sino contribuir a permitir que los yihadistas salafistas sigan avanzando con su mensaje empobrecedor y, en algunos rincones, también letal.
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