Al Qaida se refuerza en el noroeste de África
La liberación de dos cooperantes españoles que llevaban secuestrados por Al Qaida en el Magreb Islámico, AQMI, desde el pasado 29 de noviembre, y de cuyo secuestro hemos hablado en ocasiones anteriores, nos lleva a evocar las tradicionales luces y sombras que el terrorismo genera.
Por un lado es legítimo felicitarse por la supervivencia de los rehenes pues ambos no han tenido, afortunadamente, el fin trágico que tan sólo un mes atrás se produjo para el caso del rehén francés Michel Germaneau. Pero de inmediato hemos de señalar, y en buena medida precisamente como consecuencia de lo anteriormente dicho, que la tragedia en la que nos sumerge el terrorismo es éticamente inaceptable y políticamente exige de medidas correctoras para el futuro. Unos salvan la vida porque el Estado, en este caso el español, llega a un entendimiento con los terroristas que los habían secuestrado, y otro la pierde porque su Estado no llegó a cumplir las exigencias de los terroristas. Unos viven y otros mueren en secuestros que ahora, como también ocurre con las capturas de los piratas en aguas adyacentes a Somalia, son los propios Estados los que los resuelven. Antaño las familias de los secuestrados pagaban, y ahora aún hay secuestros que se siguen resolviendo así y las autoridades incluso ni se enteran de que han ocurrido. Es el caso de los llamados secuestros expréss, y los hay en África, en Iberoamérica, e incluso en Europa. Pero Al Qaida o los piratas somalíes se miden con Estados, chantajean a los Estados y vencen a los Estados tanto cuando obtienen los rescates, en forma de dinero o de presos o ambas cosas a la vez, como cuando no obteniendo los rescates asesinan a los rehenes.
De los dramáticos vídeos de decapitaciones de Al Qaida en Irak, en esta década, o los anteriores e igualmente abyectos del Grupo Islámico Armado argelino asesinando a sus víctimas en los noventa estamos pasando ahora a fotos de rehenes en los arenales del Sáhara, a la huída del Rally Dakar a Suramérica y, en suma, a una nueva forma de humillación a manos de los terroristas.
Ahora, cuando se pase el atractivo informativo de la liberación de los rehenes en España, y cuando el dinero obtenido sirva a los terroristas para seguir haciendo lo único que saben hacer, deberá de haber quien siga denunciando que estamos asistiendo a una nueva forma de violencia terrorista, intolerable como todas las demás. Quizás ya no haya extranjeros que vayan a los países del Sahel y por ello no caigan en manos de AQMI en suelo mauritano, argelino, maliense o nigerino, pero será AQMI la que vaya a buscar a sus víctimas hasta el norte, a Marruecos o a Túnez, o hasta el sur, hasta Burkina Faso o Nigeria. Y AQMI y todas las demás franquicias de Al Qaida central seguirán actuando con el dinero que ya tienen, alimentados por las victorias hasta ahora obtenidas y retroalimentados por las victorias por venir. Y todo ello será así si el mundo sigue cerrando los ojos y claudicando, si las respuestas a cada desafío terrorista siguen siendo unilaterales, por contundentes que estas puedan ser, y si no asumimos que o nos unimos en torno a una estrategia común que no incorpore la rendición como una opción, o seguiremos perdiendo terreno en todos los frentes, desde el africano hasta el afgano pasando por el somalí.
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