La matanza de al menos 74 personas en sendos atentados cometidos por Al Shabab, filial de Al Qaida en Somalia, en la capital ugandesa, Kampala, el 12 de julio, no hace sino confirmar que cuando la red de Osama Bin Laden o cualquiera de sus franquicias lanzan una amenaza esta debe de ser tomada muy en serio.

Muchos creían que las repetidas amenazas lanzadas en los últimos meses tanto por los que se han erigido ahora en autores de estos execrables atentados como por Al Qaida en las Tierras del Magreb Islámico, AQMI, eran simples bravatas que no iban a llevarse a término. Tres minutos antes del final del apasionante partido entre España y Holanda muchas vidas que disfrutaban de esos momentos históricos para el deporte mundial eran truncadas por los terroristas. Con ello se conseguía además ahondar en la tradicionalmente buscada expectacularidad por parte de los terroristas yihadistas salafistas.

Estas acciones no sólo son importantes en sí en términos de análisis del fenómeno terrorista, por las muchas víctimas que han provocado, sino que introducen algunos elementos adicionales que es importante destacar: de partida, es la primera acción en el exterior de los somalíes de Al Shabab, y ello si exceptuamos los intentos también relevantes por parte de algunos de sus miembros de asesinar a autores de las viñetas del Profeta en lejanos países nórdicos; y el segundo, y conectado al anterior, que los países que colaboran en labores de reconstrucción y normalización de escenarios de combate yihadista siguen siendo objetivo prioritario, sea Alemania con respecto a Afganistán o Uganda respecto a Somalia. Como se recordará, Uganda no es sólo uno de los países africanos que contribuyen con efectivos a la Misión Africana en Somalia, la AMISON, cada vez más comprometida con el endeble esfuerzo internacional por asegurar al Gobierno Federal de Transición somalí, el GFT, sino que es también el escenario elegido para entrenar, con apoyo de los EEUU y de algunos países euopeos, al embríón militar de ese GFT, cifrado actualmente en 2.000 efectivos.

Estos atentados deberían de despertar a muchos que aún duermen, tanto dentro como fuera de África. Somalia es un desafío global, cuya inestabilidad endémica no sólo afecta a vecinos inmediatos como Etiopía, Kenia o Yemen, sino también a otros más alejados como Suecia y Dinamarca, en Europa, los EEUU donde ciudadanos estadounidenses de origen somalí se han unido al Yihad guerrero en el Cuerno de África y uno ya ha muerto matando como suicida, o Nigeria y Suráfrica en el propio continente africano. Si no somos capaces de neutralizar, y rápido, el radicalismo que desde Somalia se propaga, todos tendremos que pagar más pronto que tarde un precio muy alto por nuestra desidia, y no sólo en términos de ataques piratas. Las familias de los asesinados y los múltiples heridos en Kampala pueden atestiguarlo.

Las opiniones expresadas en este blog son personales y no necesariamente reflejan los puntos de vista de Global Brief o de la Glendon School of Public and International Affairs.

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