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La izquierda y los medios de comunicación

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La izquierda y los medios de comunicación

Diario Argentino. Jueves 15 de octubre: El gobierno de Cristina Fernández de Kirchner arremetió contra los principales grupos privados de medios de comunicación haciendo aprobar esta semana una nueva ley en el congreso y, en tal operación, asumiendo costos políticos considerables. Para entender lo que ocurre hoy en Argentina en relación a los medios, hay que ir más allá del complejo debate en torno a las cuestiones – claro que fundamentales – de principio (¿hasta dónde hay que permitir la concentración de la propiedad, en este campo como en otros, para encontrar el justo equilibrio entre la libre competencia y la lucha contra las tendencias monopolísticas?), históricas (¿por qué y cómo se llega a este desenlace que, por fin, entierra una ley originada en la dictadura militar y que fue muy modificada pero nunca verdaderamente revocada por las sucesivas administraciones civiles?) y técnicas (¿cuál es la mejor manera de crear una normativa eficaz, equilibrada y a la altura de los desafíos del mundo tecnológicamente cambiante en el que nos toca vivir?). Lo que hay que entender, como trasfondo de toda esta problemática, es el papel que asumen los medios de masa en el contexto político latinoamericano. Un fenómeno que también se observa, por ejemplo, en Venezuela con gran crudeza: el duelo entre gobiernos de izquierda y los conglomerados de diarios, radios y televisiones que crecieron a ritmo acelerado en la década de los 90. Estos medios tienen como objetivo primordial, por supuesto, el rédito económico y no tienen inconveniente en acercarse al Estado y los factores de poder cuando ello los beneficia. Cuando se produce la divergencia de intereses, se arropan en la noble defensa de la libertad de prensa y denuncian la persecución. Pero no son los únicos hipócritas. Los gobernantes olvidan, convenientemente, que los medios de comunicación tienen una misión de vigilancia fundamental en el ámbito democrático. Forman parte, mal que les pese a los que coquetean con los modelos populistas, del espacio de deliberación pública que no puede ni debe achicarse. Los medios ocupan, hoy en varios países de América Latina, el lugar de la oposición. Sus métodos y enfoques no son siempre prístinos y los excesos del neoliberalismo los acostumbraron a ganar demasiado (como a muchos otros sectores de la sociedad, en detrimento de las mayorías). Sin embargo, convertirlos en el “enemigo del pueblo” es un camino peligroso y los líderes que se dicen progresistas deberían ser los primeros en saberlo.

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