La salida estadounidense de Irak
Tras la salida de las últimas tropas de combate de Irak y el deseo manifestado por el Presidente Barack H. Obama de no hablar de victoria es importante destacar los indicadores más importantes que, en términos de seguridad, definen la situación que los EEUU dejan tras de sí.
La situación de bloqueo político no es, como sabemos, nueva, sino que se viene arrastrando de atrás y se manifiesta no sólo en meses sin nuevo Gobierno sino de forma muy significativa en la no aprobación por el Parlamento de las leyes más sensibles. En particular la ley sobre los hidrocarburos, en la que de una forma u otra se reflejaría la necesaria redistribución del poder tras décadas de dominio de la minoría suní gracias a la naturaleza autoritaria de los regímenes de las pasadas décadas, con el de Sadam Hussein como el ejemplo por antonomasia. También quedan congeladas cuestiones sensibles como el futuro de la ciudad de Kirkuk, considerada kurda por los ciudados iraquíes de ese origen, repoblada hábilmente de suníes en la época de Sadam Hussein y peligrosamente ubicada sobre una gran bolsa de petróleo.
Todo ello, unido al reconocimiento finalmente del peso demográfico de los shiíes, que representan algo más del 60% de la población, pero que están tan divididos que en estos últimos meses no han sido capaces de alcanzar una en principio solución aritmética para formar nuevo Gobierno, demuestra las debilidades sociopolíticas que atenazan al Irak del que se van los militares estadounidenses.
Trasladando estos handicaps al terreno de la seguridad y de la defensa el futuro es aún más sombrío y no nos sorprendemos cuando tanto el Jefe de Estado Mayor de la Defensa como el Ministro de Defensa, kurdo el primero y suní el segundo, se han manifestado en las últimas semanas a favor de que los EEUU reconsideraran su decisión y prorrogaran la presencia de unidades de combate en Irak para seguir reforzando al Ejército Nacional Iraquí y a las fuerzas de seguridad. Lograr que los kurdos, cuyos pesmerghas trabajaban hasta ahora codo con codo con los militares del Ejército Nacional gracias a la presencia en los equipos de militares estadounidenses sigan haciéndolo, y pasen bajo fórmulas imaginativas, a conformar ese Ejército de Irak, es difícil de vislumbrar aunque no imposible, y dilucidar qué va a ocurrir con los shiíes, y no sólo con los políticos sino también con sus milicias armadas y en particular el siniestro Ejército del Mahdi también. Este último, instrumento armado del siempre inquietante Muhtada Al Sadr es visto no sólo como instrumento díscolo dentro de la arena política y de seguridad iraquí sino también como un instrumento de influencia del vecino iraní como lo es Hizbollah en el atribulado Líbano.
Estas son sólo algunas de las cuestiones que desde una perspectiva de seguridad y de defensa nos parecen acuciantes a la hora de analizar el día después de la evacuación estadounidense tan bien cubierta por los medios de comunicación de todo el mundo. Como se sabe aún quedan miles de efectivos militares de los EEUU sobre el terreno, en concreto seis brigadas, junto a miembros de las fuerzas especiales y a contratistas privados, pero sus misiones están claramente limitadas tanto al entrenamiento de sus camaradas iraquíes como a la protección de la Embajada estadounidense en la Zona Verde de Bagdad o a las otras cuatro grandes instalaciones construidas en localidades emblemáticas del país. A partir de 2011 la mayoría de esos efectivos se habrán ido ya y para entonces las fuerzas iraquíes habrán tenido ocasión de demostrar su eficacia en la lucha no sólo contra Al Qaida sino también contra las inercias negativas dentro de la propia sociedad.
Las opiniones expresadas en este blog son personales y no representan necesariamente los puntos de vista de Global Brief o de la Glendon School of Public and International Affairs.
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