El terrorismo yihadista es cada vez más global
Los atentados terroristas, la mayoría de ellos suicidas, sufridos en las últimas semanas en tierras rusas (en la capital, Moscú, y en localidades de las provincias caucásicas de Daguestán e Ingushetia) o en países con más frecuencia castigados como Afganistán, Irak o Pakistán no hacen sido recordarnos la vigencia de un terrorismo, el yihadista salafista, que en ningún momento nos da tregua a lo largo y ancho del mundo.
Ya sea atacando medios de transporte público como el metro de Moscú en hora punta, mercados llenos de gente como en la provincia afgana de Helmand, manifestaciones pacíficas de ciudadanos como en Pakistán o barrios shiíes y zonas hiperprotegidas próximas a Embajadas en Bagdad, estos atentados han provocado en pocos días la muerte de centenares de personas en estos escenarios y el inventario, necesario, de las mismas es obligado para evaluar la amenaza evitando que esta pase desapercibida por su dispersión por la geografía mundial.
África es sin duda un escenario marginal para muchas cosas. Muchas personas están acostumbradas a recibir de allí noticias casi siempre negativas, con frecuencia dantescas, referidas a guerras, catástrofes naturales, flujos ilícitos y otras rémoras. Es por ello que también aquí hemos de hacer un inventario de lo que los terroristas yihadistas han hecho, están haciendo o amenazan con hacer en algunas atribuladas tierras africanas. Aparte de las matanzas de cientos de cristianos en las primeras semanas de enero en Nigeria o del secuestro de algunos ciudadanos occidentales en el Sahel, por los que se han exigido y se exigen rescates económicos y la liberación de terroristas presos en cárceles de diversos países, los yihadistas se permiten ahora amenazar nada menos que al Campeonato del Mundo de Fútbol, cuyo comienzo está previsto para dentro de dos meses en Suráfrica.
Esto último puede parecer a muchos como una excentricidad, ciertamente no a las autoridades y a los ciudadanos de Suráfrica, que depositan en este evento deportivo grandes esperanzas, en el deseo de que sirva para revitalizar una endeble economía y, con ello, una sociedad diezmada por el SIDA y por otras lacras. Muchos recordamos ahora cómo esos terroristas que ahora hacen panafricana su presencia y continental su activismo, los de Al Qaida en las Tierras del Magreb Islámico (AQMI), fueron capaces de arrancar la venerable prueba deportiva (y cultural y económica) del Rally Dakar de su tradicional escenario africano. Ahora el Dakar se libra en lugares también duros para los competidores como es el terrible desierto chileno de Atacama, y con nuestra rendición ante los terroristas no sólo han perdido los mauritanos o los senegaleses, entre otros, el efecto multiplicador que en lo económico conllevaba la celebración de esta prueba deportiva, sino que hemos perdido todos parte de nuestra libertad. Como vemos los terroristas yihadistas salafistas matan físicamente donde pueden, sobre todo a musulmanes, pero nos matan cada vez a todos un poco con sus acciones, incluso cuando concentran sus esfuerzos en lo que para muchos puede parecer anecdótico pero que para ellos no es sino un paso más en su guerra sin fin.
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Estimado lector:
Disculpe por mi respuesta tan tardía. El término Yihad quiere decir tanto esfuerzo personal en favor del Islam como en ocasiones, y ahí yo lo denomino Yihad guerrero, guerra santa en defensa de la religión. Musulmanes de diversos rincones del mundo han declarado el Yihad guerrero para diversos fines, a título de ejemplo para lograr Argelia la independencia de Francia, o el Presidente Karzai declaró allá por 2004 el Yihad contra la producción de opio. Los terroristas, sean de Al Qaida o de Hamas, declaran el Yihad guerrero contra los malos musulmanes y sus apoyos infieles, los primeros, o contra los judíos y sus colaboradores árabes los segundos.
Atentamente,
Prof. Carlos Echeverría