Terrorismo yihadista contra la Federación Rusa
Tras el ataque terrorista contra la prestigiosa línea de alta velocidad rusa Nevski, que cubre el trayecto entre San Petersburgo y Moscú y que el pasado 27 de noviembre provocaba la muerte a 27 pasajeros, y que era reivindicado por los terroristas en su página electrónica más conocida (Kavkazcenter), la percepción de amenaza no deja de crecer entre las autoridades rusas y entre la población del país. Así, el Primer Ministro Vladimir Putin achacaba a los mismos terroristas una explosión producida el 30 de noviembre en la república norcaucásica rusa de Daguestán, escenario desde hace años de acciones terroristas de los yihadistas, en un ataque contra instalaciones ferroviarias que afortunadamente no provocó víctimas.
Lo que más teme el Kremlin es que estos ataques sean el anuncio de una intensa campaña terrorista similar a la que golpeó Moscú y otras ciudades en el verano de 1999 coadyuvando a que, unida a la invasión de Daguestán por yihadistas procedentes de la vecina rupública también rusa de Chechenia, motivara la intervención militar rusa y con ella la segunda guerra ruso-chechena. Motivos para preocuparse hay de sobra porque el verano ha sido especialmente duro en las repúblicas musulmanas del Transcáucaso ruso, con ataques suicidas incluidos y con un luctuoso ataque en agosto contra una comisaría de policía en la capital de Ingushetia que produjo una veintena larga de muertos. Rusia está considerada como un enemigo prioritario por los yihadistas salafistas desde hace décadas, cuando combatían a sus militares entonces soviéticos en Afganistán en los años setenta pero también cuando enviaban combatientes a Chechenia, dentro de una campaña mundial contra el esfuerzo ruso por evitar la independencia de los radicales que querían fundar la República de Ichkeria, denominación islamista de Chechenia. Ahora, Rusia sigue siendo un objetivo prioritario, y más desde que ha permitido que las potencias que conforman la Coalición internacional que apoya al régimen de Kabul sean abastecidas desde el norte de Afganistán a través del Northern Distribution Network que ha visto la luz este año gracias a la no oposición del Kremlin.
En términos tácticos cabe destacarse que los ataques contra trenes forman parte de las siniestras especialidades de yihadistas salafistas, teniendo los franceses (ataques del GIA argelino contra el metro de París en 1995 y 1996), los españoles (Madrid, en marzo de 2004), los británicos (Londres, en julio de 2005) o los argelinos (con diversos ataques contra líneas de pasajeros en la dura década de los años noventa) una experiencia acumulada de los mismos y habiéndose intentado, afortunadamente sin éxito, en lugares como Alemania en 2006. Además el comunicado fechado el pasado 3 de diciembre de las pomposamente autodenominadas Fuerzas Armadas del Emirato del Cáucaso, en el que se atribuían el atentado contra el tren rápido Nevski, recuerda también a las siniestras amenazas vertidas por Al Qaida en las Tierras del Magreb Islámico que desde fines de noviembre chantajea a Francia y a España al haber secuestrado en la región del Sahel a tres ciudadanos españoles y a uno francés. Dos frentes pues distantes, las tierras de Rusia y las arenas del Sáhara, pero en los que se sufre una misma amenaza que se muestra de nuevo global y ambiciosa, pues con sus ataques es capaz de desafiar a grandes potencias manteniéndolas en vilo durante largo tiempo.
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