¿Cuántos somos los que “ocupamos Wall Street”?
¿Cómo analizar al movimiento “Occupy Wall Street”, es decir, cómo definirlo, clasificarlo, situarlo en el mapa sociopolítico? Me preguntaba estas cosas, perplejo ante un fenómeno que también se ha propagado a mi ciudad, Montreal, cuando un detalle llamó mi atención luego de leer innumerables crónicas al respecto: el New York Magazine hizo un sondeo de opinión de 100 participantes en la protesta original en Zuccotti Park (2 de octubre); la firma Penn, Schoen & Berland entrevistó a alrededor de 200 participantes (10 y 11 de octubre); el Baruch College de la City University of New York interrogó por internet a 1619 usuarios del sitio occupywallst.org (5 de octubre); esto además de numerosas entrevistas realizadas por los medios de comunicación de todo el planeta. Si a esto le sumamos la gran cantidad de estudios de opinión pública sobre el movimiento (lo que la gente piensa de éste), la impresión es que, más allá de la dimensión respetable pero claramente limitada de la protesta – en términos sociológicos, no se acerca ni de lejos a un verdadero movimiento de masas – lo que se destaca del fenómeno es su magnificación por los medios. No apunto a desmerecer los objetivos de la protesta ni a desdeñar el compromiso de quienes adhieren a ella, sino a ponderar un aspecto propio a nuestra cultura cada vez más proclive a la “realidad-espectáculo”. Pongamos algunas de las cifras en perspectiva: si el máximo volumen de participación en “Occupy Wall Street” tuvo lugar durante la marcha del 5 de octubre – unas 15000 personas –, esto implica que el estudio Baruch College de la City University of New York contactó al equivalente de más del 10 por ciento del movimiento (sin que sepamos, por supuesto, si se trataba del mismo grupo de individuos). Si las estimaciones que he podido encontrar son correctas, hay entre 100 y 200 personas “ocupando” en permanencia Zuccotti Park, lo cual implica que los sondeos de opinión a los que refiero deben haber prácticamente cubierto a la totalidad de los participantes. Sospecho que en ciertos momentos debía haber en el parque y en sus entornos un mayor número de periodistas y de curiosos (y de policías) que de verdaderos “ocupadores”. Una vez más, de lo que se trata no es de minimizar la seriedad de la protesta en sí, sino de notar la desproporción entre el fenómeno concreto y la percepción colectiva del mismo. Los comentadores lo comparan en amplitud al “Tea Party” (algo, al menos por el momento, altamente dudoso), algunos anuncian el surgimiento del primer movimiento de protesta mundial en la historia (!) y hasta ciertos políticos (llegando al Presidente Obama) lo adoptan para fines propios, aumentando así su relevancia mediática y alejándolo cada vez más de su correlato empírico. Lo cual me lleva a la siguiente reflexión: lo grande no es tanto el movimiento como tal, sino el deseo de que éste exista. Somos muchos los que cada vez más dependemos del autentico compromiso de los demás, de aquellos que ponen el cuerpo como garantía de sus convicciones, para extender nuestra solidaridad, claro que desde el confort de nuestras casas y a través de nuestras pantallas.
Caveat lector: The opinions expressed in this blog are strictly personal, and do not necessarily reflect the views of Global Brief or the Glendon School of Public and International Affairs.
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Hola Victor,
Estoy totalmente de acuerdo con el análisis que hiciste. A mí también me parece que la ampliación periodística de la protesta es más mucho más grande que la protesta en sí misma. Lo peor es la voluntad de ciertas personas de ver las protestas que ocurren hoy día como un movimiento anticapitalista mundial homogéneo. Yo escuché la opinión de una chica que decía que el « Occupy Wall Street » y la « primavera árabe » eran prácticamente manifestaciones de un mismo movimiento internacional contra el status quo actual. Como si lo que se pasa en Egipto, Túnez y Siria fuera más o menos lo mismo que las protestas en New York y Montreal, y también lo mismo que la reacción del pueblo griego contra el plan de austeridad impuesto por la Unión Europea. Creo que solamente aquellos que llevan muy a serio la idea de « multitud » de Hardt y Negri pueden pensar de esa manera. Evidentemente la base social, la motivación y el alcance que cada uno de esos movimientos son distintos y hay que analizar a cada uno separadamente. La «multitud » sale a la calle arriesgar su vida solamente cuando el problema es realmente muy grave. En nuestro caso, como bien lo has dicho, la « multitud » se queda en su casa y prefiere « a revolt by proxy ».
Saludos cordiales,
Bruno