Ofensiva no diplomática contra el programa nuclear iraní
El asesinato con una bomba del Profesor de Física de la Universidad Shahid Bahesti de Teherán, Majid Shahiyari, y las heridas provocadas en otro atentado similar y simultáneo al Profesor Fereydoon Abbasi Davani, realizados ambos el 29 de noviembre, confirman una tendencia que viene de atrás consistente en fijar como objetivos a personas relevantes de la comunidad científica iraní relacionada con el desarrollo de su programa nuclear, civil para las autoridades de este Estado asiático y militar para buena parte de la Comunidad Internacional.
Estos atentados se inscriben efectivamente en un proceso en el que el Profesor de Física Masoud Ali Mohammadi era asesinado el pasado enero o en el que el técnico Ardeshir Hoseinpour moría en circunstancias sospechosas en el interior de la central nuclear de Isfahán en 2007. Se da además la circunstancia de que Masoud Ali Mohammadi era un antiguo colaborador de Fereydoon Abbasi Davani, y este último es un científico vinculado a la Universidad de los Pasdarán o Guardianes de la Revolución, la columna vertebral del régimen y un instrumento activo e influyente dentro y fuera de sus fronteras.
Lo que sorprende a primera vista de estos acontecimientos en que todos ellos han tenido lugar dentro de Irán, lo cual demuestra que si los atentados han sido realizados por algún servicio extranjero este se mueve con cierta facilidad dentro del país, o bien que subcontratata estas acciones a actores locales, aunque esto no es muy corriente sobre todo para ataques tan selectivos. Recordemos que cuando en otras ocasiones se ha actuado contra objetivos sensibles de la comunidad científica iraní ello se había hecho en el exterior, como fue el caso del supuesto secuestro del científico Shahram Amiri, en La Meca en mayo de 2009, o la supuesta deserción del General Ali Reza Asgarí, desaparecido en Estambul en 2007. Amiri reapareció, como se recordará, al poco tiempo en Teherán, pero según parece ha desaparecido de la circulación en lo que a su antiguo puesto respecta. También cabe recordar en este sentido que cuando Israel decidió frenar el programa nuclear de Saddam Hussein en los años ochenta, no sólo procedió a bombardear el reactor de Osirak, en 1981, sino que sus servicios secretos eliminaron a algunos de sus científicos más destacados en países extranjeros.
Podemos concluir que estos atentados realizados el 29 de noviembre pueden representar un paso adelante en la estrategia de algún actor que desea abortar el desarrollo del programa nuclear de Irán al considerarlo militar y por tanto amenazador. Quienes dan este paso confían poco o simplemente no confian en las posibilidades que puede aportar el proceso negociador 6+1, que precisamente inaugurará una nueva ronda el 5 de diciembre, y tampoco confían en los posibles efectos de la cuarta ronda de sanciones impuesta por el Consejo de Seguridad de la ONU el pasado mes de junio. También en dicha estrategia de acoso contra el programa iraní, desplegado además en momentos en los que el régimen de Teherán cada vez presume más de sus logros, se podría incluir la introducción del virus Stuxnet que paralizó el pasado verano las centrifugadoras iraníes.
Irán mientras tanto no sólo se habría reforzado al recibir diecinueve misiles BM-25 de fabricación rusa procedentes de Corea del Norte, de mayor alcance y con más capacidad de carga que las otras generaciones de misiles de que dispone, sino que con la inminente entrada en servicio de la central nuclear de tecnología rusa de Bushehr, con su adquisición de sistemas de defensa antimisiles, con el desarrollo de aviones no tripulados de ataque de tecnología nacional o, y esto es especialmente significativo, con el lanzamiento al espacio de un satélite mostrando con ello el nivel de su tecnología de cohetes, desafía al mundo y muestra las grandezas que puede alcanzar su régimen político y religioso.
Aunque casi todas las miradas puedan volverse hoy hacia Israel es importante destacar, y la contaminación permanente generada por los documentos filtrados por Wikileaks lo corroboran, que el número de adversarios o de enemigos al programa nuclear iraní es alto, dentro y fuera del mundo islámico, y ello de la misma forma en que el papel de Irán debe de ser entendido en términos de consolidación como potencia tanto en un marco regional como internacional, y no sólo en términos de su enfermiza animadversión dirigida contra el Estado israelí.
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