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El incansable Secretario General de la OTAN

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El incansable Secretario General de la OTAN

El danés Anders Fogh Rasmussen es el mejor Secretario General que una OTAN expuesta a tantos desafíos como lo es la actual Alianza podría desear. En tiempos difíciles como los que corren, en los que no sólo la Alianza Atlántica libra una guerra lejana y muy dura como es la de Afganistán, sino que también se enfrenta a la dura tarea de poner de acuerdo a sus 28 aliados para que, en noviembre en Lisboa, sean capaces de aprobar un Concepto Estratégico que permita a la Organización seguir funcionando óptimamente en la próxima década larga, es en los que una Organización política y militar como esta requiere de una persona con visibilidad y con talla a su frente.

Los dos Conceptos Estratégicos anteriores, el de 1991 y el de 1999, se aprobaron en momentos más fáciles para la OTAN y, en general, para la definición de la seguridad del mundo. Incluso podemos hablar de optimismo en 1991, pues la visión representada por la Alianza había ganado la Guerra Fría, y también aunque más moderado en 1999. A fines de los noventa los países occidentales habían vivido con inquietud los desafíos de seguridad de una década que acababa y que en Europa había tenido un campo de batalla balcánico que rompía con la monotonía de décadas de equilibrio del terror en el escenario del Viejo Continente. En 1999 aún no se atisbaba el terrorismo global de Al Qaida, y ello a pesar de que esta red había actuado ya en África volando las Embajadas estadounidenses en Kenia y Tanzania un año antes y había desafiado a las autoridades saudíes, entre otras, en el mundo arabomusulmán. Pero aún no se había producido el terrible 11 de septiembre de 2001 y, quitando inquietudes legítimas por el enrarecimiento de la situación en Oriente Próximo o por el nuevo desafío terrorista de los yihadistas del sur de Rusia, el mundo aún no se preocupaba demasiado. Hoy, con una guerra en Afganistán que cuesta ganar y con los desafios no sólo militares sino también políticos que mantener dicho pulso bélico conlleva, aprobar un nuevo Concepto Estratégico y, sobre todo, lograr que sea tal, es decir que no sea un mero esfuerzo semántico sino un verdadero motor operativo, se presenta difícil.

Fogh Rasmussen ha estado estos días en destinos diversos, desde Washington DC hasta Madrid, tratando de aproximar posiciones y sobre todo de conseguir compromisos. Mientras tanto el General David Petraeus pide desde Oriente más efectivos para entrenar a las fuerzas afganas que se añadan a los 30.000 militares estadounidenses recién llegados para combatir. Las elecciones legislativas están a la vista, el 18 de septiembre, y siempre son un estímulo para que el enemigo trate de mancharlas con sus ataques. En este contexto, si somos todos capaces, los que enviamos fuerzas con más o menos generosidad, pero también los que envían dinero o los que dan apoyo diplomático en lugar de restarlo con sus críticas y bloqueos, de aproximar posiciones, quizás logremos evitar que Afganistán avance hacia el abismo. Por de pronto es importante no quedarse en el calendario político, considerando que si las elecciones se celebran y si se muestra un mínimo de compromiso de la población con el proceso ello quiere decir que todo va a mejor. Lo clave es que los que tienen un modelo de destrucción para Afganistán, los mismos que asesinan cuando pueden en Afganistán y Pakistán, y últimamamente lo hacen y con frecuencia en este último país, no ganen ninguna ventaja. Es importante que no se negocie con ellos creyendo que eso va a mejorar las cosas. Y en su viaje el Secretario General Rasmussen no se ha cansado de responder a los periodistas y de tranquilizar a los más recelosos: no hemos hecho tal esfuerzo como el desarrollado hasta ahora, y el que aún queda por delante, para que la impunidad se imponga y los Talibán vuelvan, ni siquiera como socios del nuevo Gobierno. Ójala que afirmaciones rotundas como las de este político danés de principios, quien cuando era Primer Ministro tuvo que lidiar con la explosión de violencia generada por la publicación en su país de caricaturas del Profeta Mahoma, sean compromisos reales y no meras expresiones destinadas a tranquilizar a unos y a otros. Nos jugamos mucho en Afganistán y nos jugamos mucho en unas elecciones en las que el Presidente Hamid Karzai quiere ante todo reforzar su posición, y para ello no duda en volver una y otra vez a su manida idea de propiciar el diálogo, la reconciliación y la reintegración de los díscolos que, según él y según algunos despistados, serían tan sólo gente equivocada o bien individuos atraídos por la ventaja comparativa que en términos económicos los Talibán representan. Como si el radicalismo que mueve a los Talibán y a Al Qaida tuviera una mera explicación coyuntural y de base puramente económica.

Las opiniones expresadas en este blog son personales y no reflejan necesariamente los puntos de vista de Global Brief o de la Glendon School of Public and International Affairs.

The opinions expressed in this blog are personal and do not necessarily reflect the views of Global Brief or the Glendon School of Public and International Affairs.

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