¿Qué aporta la Conferencia de Kabul?
La Conferencia Internacional celebrada en Kabul el 20 de julio, la primera de ese tipo que tiene lugar en suelo afgano, ha reunido a más de sesenta delegaciones y para algunos ese hecho, unido al de que se haya podido celebrar, son ya pruebas de optimismo en lo que al futuro de Afganistán respecta. Lo cierto es que a estas alturas, casi nueve años después de que el régimen talibán fuera derrocado, debería de haberse avanzado mucho más y, sobre todo, se debería de ser mucho más ambicioso en términos de estrategia y de medios para aplicarla.
Ambiciones aparentemente no han faltado: se han fijado calendarios ambiciosos en la medida en que se ha asentado en la Conferencia que en dos años el régimen de Hamid Karzai será ya capaz de gestionar en solitario la ayuda al desarrollo que recibe, por un lado, y que en cuatro años el Ejército Nacional Afgano y los diversos cuerpos de seguridad interior serán capaces de asumir plenamente sus competencias. Si observamos lo que herramientas domésticas como el Integrity Watch Afghanistan u otras foráneas como la propia ONU, en la dimensión gubernamental, o la ONG Human Rights Watch, señalan, no hay demasiados motivos para el optimismo.
La corrupción impera, la inseguridad parece endémica, y cuestiones tan importantes como son la lucha contra el radicalismo y contra la impunidad parece que han dejado de ser prioritarias en un verdadero paraíso para ambos como es Afganistán. La obsesión por apoyar la afganización del proceso lleva a muchos, comenzando por la Administración Obama y siguiendo por los demás aliados dentro de la OTAN, a bendecir el suicida plan de reinserción de elementos talibán que Karzai ambiciona en el marco de su esfuerzo por conservar el poder a toda costa.
Si se sigue por ese camino en lo que a Afganistán respecta, y si en el vecino Pakistán no se presiona para controlar y debilitar a grupos como el de Haqqani o el de Hekmatyar, enemigos de que Afganistán se modernice y se incorpore al concierto internacional de naciones y aliado el segundo e interlocutor el primero del Presidente afgano, mal nos irá en la guerra. En cualquier caso Pakistán sigue más centrado en su tensión con India, refuerza su programa nuclear e incrementa sus tensiones con Nueva Delhi en Cachemira, ahora incluso en temas tan delicados como el agua, y difícilmente va a combatir a los Talibán afganos, máxime si estos pueden ser sus interlocutores cuando los occidentales se vayan de Afganistán.
La Conferencia de Kabul no ha sido pues un éxito. Fijar objetivos difíciles de alcanzar que además van acompañados de una estrategia débil por lo claudicante es un servicio a los talibán y, en consecuencia, también a Al Qaida. Una vez el enemigo se ha librado del General Stanley McChrystal, tiene un terreno atractivo por delante. Quizás si las delegaciones que estuvieron en Kabul el día 20 de julio hubieran escuchado al pueblo afgano, a la sociedad civil de Afganistán, hubieran podido sacar otras conclusiones. Ni las mujeres fueron escuchadas, pues tuvieron que organizar una conferencia paralela, ni estas ni las demás víctimas de los talibán tampoco. Además pocos recuerdan ahora que McChrystal redujo drásticamente las bajas civiles en el conflicto, exponiendo más y muy a su pesar a sus efectivos. El no incrementar las fuerzas en los niveles que el General destituido pedía y el no tener una estrategia contundente frente al enemigo no hará sino reforzar a este, pero tal realidad no ha querido verse en una Conferencia Internacional atractiva en su forma pero falta de contenido y de credibilidad en el fondo.
Las opiniones expresadas en este blog son personales y no reflejan necesariamente los puntos de vista de Global Brief o de la Glendon School of Public and International Affairs.
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Muchas gracias, muy amable.
Atentamente,
Prof. Carlos Echeverría