Más de una semana después de que la Marina israelí interceptara la autodenominada Flotilla de la Paz que trataba de romper el bloqueo al que desde 2007 se somete a la franja de Gaza, por parte tanto de Israel como también de Egipto, es buen momento para reflexionar sobre algunos aspectos que el fragor de las durísimas acusaciones contra Israel de días pasados habían hecho pasar prácticamente desapercibidos.

Uno es el contexto general en el que una para muchos aparentemente inocua iniciativa humanitaria trataba de aportar ayuda a la población de Gaza. Como se recordará Gaza fue evacuado por colonos y militares israelíes en septiembre de 2005 y menos de dos años después, en junio de 2007, cayó en manos del Movimiento de Resistencia Islámico palestino, más conocido por su acrónimo de Hamas, en el contexto de su pulso permanente y con frecuencia violento con al Fatah y con la Autoridad Nacional Palestina presidida por Mahmud Abbas. La ANP es la única institución palestina legitimada internacionalmente mientras que Hamas es un grupo terrorista definido como tal por, entre otros, actores tan relevantes internacionalmente como es la Unión europea. Para muchos en el mundo árabe, y en un marco más amplio musulmán, Hamas es un grupo de resistencia contra Israel, pero para las autoridades de la propia ANP, de Egipto o de Jordania los imperativos de la seguridad les obligan con frecuencia a discutir por la vía de los hechos tal sentimiento. Hamas ha utilizado de hecho la franja de Gaza como trampolín para sus ataques contra Israel, amparándose además en la ventaja estratégica que le supone tener sus fuerzas insertadas en el seno de la población civil palestina, siendo la franja el territorio conn más alta densidad de población del mundo. Tal ventaja estratégica quedó claramente manifestada durante la Operación Plomo Fundido lanzada por Israel en respuesta contra el lanzamiento de cohetes por Hamas entre diciembre de 2008 y enero de 2009: la incursión israelí en la franja provocó la muerte a unos 1.400 palestinos, muchos de ellos civiles, y deterioró y mucho la imagen internacional del país.

El matenimiebto del bloqueo, aún cuando este no es total y permite el paso de alguna ayuda humanitaria, trambién deteriora la imagen de Israel y no tanto la de Egipto aún cuando este país árabe también coadyuva a ella. A título de ejemplo sólo en circunstancias extraordinarias, como por ejemplo cuando las relaciones entre Argelia y Egipto se deterioraron por motivos propios a ambos países en diciembre de 2009, un país árabe, en este caso Argelia, se acordó también de criticar a Egipto por el bloqueo de Gaza. Esta situación hace que en el mundo árabe y musulmán la causa palestina, y sobre todo la de Gaza, sea banderín de enganche para muchos individuos, para organizaciones no gubernamentales y para algunos gobiernos. No ocurre lo propio con respecto a otros pueblos sin Estado que también sufren, como los kurdos, y la causa por antonomasia es la palestina contra Israel.

Este posicionamiento contra el bloqueo aúna no sólo a grupos árabes y musulmanes sino que también atrae a su causa a otros actores, comenzando por un órgano de la ONU como es el veterano instrumento de apoyo a los refugiados palestinos dirigido por el irlandés John Ging, la UNRWA en sus siglas en inglés, o el caso de la organización no gubernamental Free Gaza muy implicada en la flotilla, pero es en la movilización producida en el seno del orbe islámico donde conviene detenerse por algún momento. No vamos a ocuparnos en estra reflexión del papel de Turquía como Estado en el que se convocó la expedición, se reunió a barcos y tripulantes y desde donde partió hacia Gaza en medio de una gran cobertura mediática, pero sí de la capacidad aglutinadora de una organización no gubernamental turca de corte islamista: la Insani Yardim Vakfi más conocida por su denominación en inglés Humanitarian Relief Foundationn y más aún por sus siglas IHH.

No es porque este último hecho haya sido una de las razones más importantes esgrimidas por Israel para defender el asalto de la flotilla por sus comandos de la Infantería de Marina que debe de ser despreciado como argumento explicativo y considerado mera propaganda. La IHH ha estado históricamente muy vinculada al partido gubernamental AKP y ha tenido y tene una importante actividad dentro y fuera de las fronteras de Turquía. Su labor de atracción ahora ha sido eficaz, por ejemplo, para atraer a decenas de activistas, islamistas y no islamistas, de lejanos países del Magreb como son Argelia, Marruecos y Mauritania. Siendo de estos últimos los más importantes numéricamente los argelinos, había hasta 32 en los diversos barcos, destacan algunos perfiles de entre los siete marroquíes expulsados por Israel a Jordania y que luego llegaban como héroes a Casablanca para entender el aprovechamiento de sectores islamistas de la causa palestina y de la oportunidad de proyección facilitada por la aventura del IHH. Junto al parlamentario y miembro del Secretariado General del Partido de la Justicia y el Desarrollo (PJD) marroquí, partido homónimo del AKP turco, Abdelkader Amara, destacaba la presencia de tres miembros de Al Adl Wal Ihssane más conocido como Justicia y Caridad: Abdessamad Fathi, Hassan El Jabri y Lotfi Hassani. El PJD es un partido legal con presencia en el Parlamento marroquí y en diversos ayuntamientos y Justicia y Caridad es un movimiento alegal pero permitido por el poder marroquí. Ambos son islamistas preconizando el segundo fórmulas más desafiantes que el primero en lo que a la arena marroquí respecta, pero ambos son virulentos en su análisis de causa foráneas pero próximas afectivamente como es la palestina. Su presencia activista en la flotilla y su detención por los militares israelíes ha permitdo además dinamizar sus movilizaciones dentro de Marruecos. El Grupo Nacional de trabajo para el Apoyo a Palestina y a Irak, con su infatigable líder Khalid Soufiani a la cabeza, se ha hecho de nuevo visible en las calles de las ciudades marroquíes, aprovechando la coyuntura en la que la presión social impide a las autoridades poner freno a estos grupos y evitar su aprovechamiento por los diversos grupos islamistas.

Como vemos la coyuntura desfavorable en la que se producía el imaginativo desafío representado por la flotilla unido a la capacidad de proyección transfronteriza de sus organizadores ha introducido una nueva variable en este complejo problema de la conflictividad en Oriente Próximo. La capacidad de determinados actores para conducir acciones con enorme impacto en la opinión pública internacional debe de ser muy tenida en cuenta de cara al futuro, sobre todo por aquellos que siguen comprometidos con iniciativas serias de paz para la región.

Las opiniones expresadas en este blog son personales y no reflejan necesariamente los puntos de vista de Global Brief o del Glendon School of Public and International Affairs.

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