Inestabilidad post electoral en Sudán
Las elecciones celebradas en Sudán entre el 11 y el 15 de abril eran las primeras que se celebraban desde 1986, cuando Sadiq El Mahdi ganaba la presidencia del país para ser derrocado tres años después por el desde entonces y hasta hoy Jefe de estado: el Teniente General Omar Hassan Ahmed Al Bashir. Este último gobierna Sudán con mano de hierro y es desde 2009 el primer Jefe de Estado en ejercicio al que el tribunal Penal Internacional desea capturar para juzgarle por crímenes de lesa humanidad.
La responsabilidad de Al Bashir es situada por el Tribunal al analizar no sólo el conflicto de Darfur, el cual ha provocado desde su estallido en 2003 más de 300.000 muertos, 2,7 millones de desplazados y el drama añadido de 5 millones de personas dependiendo de la ayuda humanitaria internacional, sino también el conflicto entre el norte y el sur del país que, aunque no iniciado por el actual Presidente, se vio estimulado ante el perfil islamista del mismo. Ese conflicto entre el norte árabe y musulmán y un sur mayoritariamente cristiano y animista se inicia formalmente en 1983 y llega hasta 2005, año en que se firman unos Acuerdos de Paz en Kenia que, como veremos a continuación, no han traído una paz definitiva al país, y ha producido un balance también dantesco: 2 millones de muertos y 4 millones de desplazados. Los Acuerdos de 2005 fijaron puntos importantes para el funcionamiento posterior del país, y ello incluye tanto un Gobierno de unidad nacional en Jartum que efectivamente incluye a líderes del sur como la celebración prevista para enero de 2011 de un referéndum en el sur en el que la población decida si quieren seguir siendo sudaneses o si prefieren la independencia.
La persecución del TPI, por un lado, y la cercanía de la celebración de dicho referéndum explican el porqué de la celebración de las elecciones de abril, convocadas para renovar toda la clase política del país pues han sido, a la vez, elecciones presidenciales, generales y locales. Al Bashir ha tratado, en vano, de legitimarse por las urnas para despejar así toda posibilidad de ser procesado por el TPI. Decimos en vano porque aunque aunque aún no se han hecho públicos los resultados la ausencia de la oposición de los comicios y la ausencia también de observadores independientes, unido todo ello a diversas irregularidades denunciadas, quitan legitimidad a todo el proceso. A ello hemos de añadir el hecho de que el pasar por las urnas no limpia a una persona de los presuntos delitos de qu se le acusa.
Por otro lado, Al Bashir quería reaccionar al peligro de que Sudán, el país más grande de África, pueda romperse a partir del próximo enero. Como ya intentó, en vano, evitar este escenario legalmente, cuando propuso que la independencia sólo pudiera lograrse con los dos tercios de los votantes y habiendo votado un mínimo del 75% de la población, ha pretendido darse un baño de legitimidad con estas elecciones para a partir de ahí cambiar el calendario. Al Bashir sabe que las condiciones finalmente establecidas para el susodicho referéndum, la independencia podrá aprobarse con el 50% de los votos emitidos siendo suficiente que vote el 60% de la población, llevará casi con toda seguridad a la secesión. Mientras esto llega la situación sobre el terreno no puede ser más preocupante, tanto en el sur como en Darfur. Entre enero y marzo de este año han muerto violentamente en el sur más de 450 personas y otras 60.000 se han añadido a la larga lista de desplazados. Por otro lado, en Darfur la voilencia sigue y el 25 de abril morían 60 personas en enfrentamientos.
Lo más dramático en términos políticos es que la mascarada electoral de Al Bashir era considerada válida el pasado 20 de abril, y ello sin contar aún con resultados ni siquiera parciales, tanto por el régimen, por supuesto, como por el Movimiento Popular para la Liberación de Sudán, es decir, el mando de los sudistas que gobiernan en las doce provincias meridionales, que aunque con dificultades comparten el Gopbierno de Jartum y que, sobre todo, por nada del mundo querrían ver alterado un statu quo pol´tico que si nada lo impide les permtirá ganar la independencia a partir de enero.
Nos encontramos pues con una situación surrealista en la que el mundo árabe, musulmán y africano no quiere oir hablar de la posibilidad de ver a Al Bashir sentado en el banquillo de los acusados, en la que los líderes cristianos del sur aceptan las reglas del juego para lograr su ansiada independencia y la comunidad internacional va a estar quizás dispuesta a sacrificar Darfur para que una solución imperfecta, la de resolver aparentemente un conflicto en lugar de los dos, se imponga.
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