Buscando pelea con Venezuela
¿Por qué estalló recientemente una “guerra de palabras” entre Canadá y Venezuela? Tal vez el término sea excesivo pues, más que guerra, fue un breve duelo verbal entre adversarios que, más que hacerse daño uno al otro, buscan posicionarse ante sus respectivos públicos. Recordemos los eventos: encabezando la delegación canadiense que asistió a la toma de posesión presidencial de Evo Morales en Bolivia, el Ministro de Estado para las Américas, Peter Kent, hizo una escala en Caracas a finales de enero para entrevistarse con “representantes de la sociedad civil” venezolana, miembros del Congreso de ese país y algunos líderes empresariales. Dicho en otras palabras, la visita se concentró en los sectores anti-chavistas. De hecho, para que no quedaran dudas del significado de la visita canadiense a Venezuela, no se concertó ningún encuentro con autoridades gubernamentales (más precisamente, del Poder Ejecutivo; aparentemente nadie estaba disponible, aunque la explicación más razonable es que faltó voluntad política de ambas partes).
La semana siguiente, Peter Kent expresó desde Ottawa la preocupación del gobierno canadiense ante la suspensión de licencias a emisoras de televisión en Venezuela, particularmente en relación al cese de transmisión por cable de RCTV, una cadena muy crítica de Chávez. Inquieto por “la reducción del espacio democrático”, así como por las dos muertes acaecidas durante manifestaciones callejeras, Kent decía haber escuchado, durante su visita a Venezuela, testimonios de “violaciones a la libertad de expresión y a otras libertades fundamentales”. La respuesta airada no se hizo esperar. El Embajador venezolano en la ONU, Roy Chaderton Matos, calificó a Kent – como persona – y al gobierno del cual forma parte como “ultraderechista”. Chaderton Matos aprovechó para indicar que la administración Harper apoya a los “golpistas” en Venezuela y que – exhibiendo poco respeto por la democracia de su propio país – “cerró el Parlamento” en Ottawa (en verdad, suspendió sus actividades por un plazo determinado, un procedimiento legal aunque poco frecuente y muy controvertido).
Chávez, en su programa semanal, apoyó los comentarios del Embajador y, con su habitual estilo provocador y algo burlón, ofreció a Canadá ayuda para luchar contra la pobreza de los pueblos indígenas en su territorio. Kent subió entonces el tono y habló de “difamación”, “respuesta belicosa”, “pura retórica” y negó toda intención de parte del gobierno canadiense que no fuera la de contribuir a que se aplique plenamente en Venezuela la Carta Inter-Americana de Derechos Humanos. El país sudamericano se encontraría, según Kent, en una situación en la que “voces legítimas están siendo sofocadas”.
Más allá de la inflación discursiva y de la indignación teatral que surge de ambas partes, claramente atadas a ejes ideológicos opuestos, ¿cómo interpretar este enérgico intercambio de acusaciones? Recordemos que el Primer Ministro Harper ha anunciado que las Américas son una “prioridad” para su administración y que, en este contexto, es clara su articulación de un proyecto “principista” – con la idea de promoción de la libertad en su foco – íntimamente ligado a un enfoque económico. En otras palabras, una perspectiva similar a la que orienta la política exterior de los Estados Unidos, pero que, bajo la administración Obama, se haya en una fase menos agresiva (para marcar el contraste con la administración precedente). ¿El gobierno canadiense “hace el trabajo” de Washington (que prefiere no confrontar abiertamente para no seguir alimentando el sentimiento antiamericano en América Latina) o bien trata justamente de diferenciarse del tono conciliador que Obama adoptó hacia sus adversarios, Chávez incluido? No es fácil saber cuál es la realidad, aunque ambos aspectos tienen sin duda su peso.
Otra pregunta se plantea en relación a la actitud confrontacional de Canadá hacia Venezuela: ¿por qué ahora? Tal vez se percibe en Ottawa un cambio en los vientos políticos de la región. ¿Se acabó el “giro a la izquierda”? Piñera en Chile, sumándose a Uribe en Colombia y a Calderón en México, podría marcar una nueva curva, ahora hacia la derecha. Chávez tiene sus propios problemas domésticos, con la crisis energética y el natural desgaste luego de una década en el poder. Entonces, ¿Canadá se permite “pegarle”, retóricamente hablando, a un Chávez algo debilitado, a un Chávez que ya no asusta tanto, que ya no lidera una “revolución” que podría contagiar al hemisferio? Lo que sí queda claro, es que Kent no hubiera provocado verbalmente a los venezolanos sin la clara autorización de sus superiores. Calculadamente, Ottawa quería esta pelea con Chávez. Quizás veamos otras en el futuro próximo.
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