Terrorismo global en el Sahel
El secuestro de tres cooperantes españoles el 29 de noviembre en Mauritania, que se ha producido a continuación del de un ciudadano francés ocurrido en el norte de Malí tan sólo tres días antes, vuelve a poner de actualidad a una amenaza terrorista que en el Magreb y en el Sahel lleva años golpeando a ciudadanos de los países de esta zona de África y que cada vez tiene más repercusión internacional al ampliarse sus víctimas a personas de otras latitudes del mundo.
Tras la liberación el pasado 24 de junio de dos diplomáticos canadienses y de dos turistas europeas, secuestrados los primeros en Malí en diciembre y las segundas en Níger en enero, y el asesinato anunciado el 3 de junio de un turista británico, los terroristas de Al Qaida en las Tierras del Magreb Islámico (AQMI) han seguido golpeando hasta la actualidad. El 23 de junio un ciudadano estadounidense era asesinado en Nuakchott y el 8 de agosto se producía un ataque suicida, afortunadamente frustrado, contra la Embajada de Francia también en la capital mauritana. Por otro lado, la práctica de los secuestros no es nueva sino que desde hace años viene alimentando el terrorismo yihadista salafista dentro y fuera de esta zona africana. En 2003 fueron nada menos que 32 turistas occidentales los que cayeron en manos del predecesor de AQMI, el sanguinario Grupo Salafista para la Predicación y el Combate (GSPC) argelino. Más recientemente una pareja de turistas austríacos fueron secuestrados en enero de 2008 en el sur de Túnez y no recobraron la libertad hasta fines de ese año, y no en Túnez sino en el norte de Malí, poniendo de manifiesto las capacidades de los terroristas tanto para ocultar como para transladar a sus víctimas a través de enormes distancias. Tal experiencia y determinación nos obliga a ser pesimistas sobre la resolución de los secuestros más recientes.
Por otro lado, y como ocurre siempre que se alude a actividades criminales como estas o como los ataques piratas que siguen produciéndose en la zona del Índico próxima a la costa este africana, los rescates obtenidos por terroristas y/o piratas sirven para alimentar su maquinaria criminal. Las matanzas cometidas por el GSPC y luego por AQMI en Argelia, Mauritania o Malí, entre otros escenarios, se han realizado gracias a dichos botines y es legítimo exigir que esta práctica sea abortada lo antes posible. La matanza de 17 militares mauritanos en Lemgheity, en junio de 2005, o la más reciente cometida por la misma red terrorista el pasado 7 de julio en la región septentrional malíense de Wasra, con 28 militares de Malí asesinados, explican por qué los EEUU, con su Iniciativa Trans-Sahariana Contra-Terrorista (TSCTI, en sus siglas en inglés) y su nuevo y flamante Mando Militar africano USAFRICOM, o los europeos organizando reuniones como la del pasado 19 de mayo en Niamey (Níger), a la que asistieron responsables de seguridad magrebíes y sahelianos junto a colegas de Alemania, España, Francia, Holanda, Italia y el Reino Unido, conceden cada vez más atención a lo que ocurre en esta zona y tratan de neutralizarlo.
Frente a quienes han considerado fantasioso calificar a la franja del Sahel como zona de redespliegue de Al Qaida, los propios terroristas demuestran cuán irresponsables pueden ser tales afirmaciones, en especial si estas vienen de expertos afectados por momentos de optimismo que en lo que a la lucha antiterrorista respecta es mejor no alimentar.