Ante el experimento boliviano
Las opiniones son encontradas, pero el dato es certero: fue una victoria decisiva de Evo Morales en Bolivia. Si la democracia es la expresión del pueblo, y al pueblo lo definimos como la mayoría de la población, sobre todo la masa cuya principal fuerza es el número, entonces nadie negará el valor de estos comicios y de lo que de ellos resulta: un país que se reinventa en las urnas, una sociedad que trastoca sus propios fundamentos sin significativa violencia política. Pero si la democracia es el compromiso, el cambio mesurado, el respeto de la disidencia, el apego a la forma (el “cómo” se decide) más que al contenido de las decisiones (que son siempre imperfectas y contingentes), cabe inquietarse ante el ciclón político boliviano. Como en otros contextos “revolucionarios” (el calificativo es de Morales), las grandes metas exigen medios acordes a su cariz “histórico”. Las sutilezas del juego institucional pueden quedar de lado, ciertas virtudes (por ejemplo, la paciencia…) son a veces sacrificadas en el altar de la urgencia y la necesidad. Estas son críticas validas: la democracia es inherentemente frágil y sufre con los liderazgos concentrados y perpetuados en una sola persona, la retórica exacerbada, el desdén por quienes no están de acuerdo con los que ejercen el poder. En Bolivia, estos son problemas reales y sólo la miopía ideológica impide verlos. Pero, por otro lado, es intelectualmente deshonesto el adjudicar esas falencias selectivamente, es decir, atribuir tales carencias a figuras y regímenes que nos son antipáticos y soslayar aquellos con quienes concordamos. Por ello, creo que podemos cuestionar varios aspectos de lo que está llevando a cabo el gobierno indigenista de Morales y podemos reprocharle muchos de sus métodos, sin por ello desconocer que la muy imperfecta democracia boliviana es quizás hoy menos imperfecta que otras sobre las cuales, curiosamente, las críticas no arrecian. ¿Por qué será que tantos analistas políticos tienden a aceptar la inercia política como gaje de “estabilidad”, aunque ésta consagre la injusticia estructural, y a juzgar tan severamente el cambio por sus inevitables desprolijidades?
Caveat lector: The opinions expressed in this blog are strictly personal, and do not necessarily reflect the views of Global Brief or the Glendon School of Public and International Affairs.
Advertencia: Las opiniones expresadas en este blog son estrictamente personales y no reflejan necesariamente las posiciones de Global Brief o de la Glendon School of Public and International Affairs.
Las elecciones en Bolivia demuestran desde mi punto de vista un alto grado de movilización de los movimientos sociales en Bolivia (Hay que recordar que este movimiento empieza con las reivindicaciones de los indígenas de las tierras bajas en 1990) que confluyeron en la elección de Evo Morales en 2005, ratificaron su gobierno con 67% del voto ciudadano, aprobaron la Nueva Constitución Política del Estado… Más allá de las críticas que hicieron al gobierno de Evo Morales y a su “populismo”, creo que los movimientos y el gobierno actual han sabido crear nuevos espacios políticos de discusión y sobre todo de participación.Uno de los puntos vinculantes entre los diferentes movientos sociales fue : la democracia participativa que se ha ido dando desde las discusiones previas a la Asamblea Constituyente.
A partir del 7 de diciembre, el gobierno de Morales debe poner en práctica una nueva Constitution que supone la “refundación”, incluso de prácticas institucionales “democráticas” , que a ojos de los analistas políticos supone inestabilidad.
Por otro lado, Evo Morales no es el lider que se impone y se perpetua en el poder, es, según las tradiciones indígenas, el líder consensuado, el lider que llegado el momento puede ser también desbancado porque no cumplió con los designios de los movimientos sociales. Además, Morales fue también votado por las clases medias que ven en él, un dirigente honesto. En las elecciones del 7 de diciembre la oposición presentó una cara demasiado desgastada del “antiguo régimen”, no hay que olvidar que Reyes Villa es un político ligado a las dictaduras. La ultra derecha no supo leer la realidad boliviana y sólo se proyectó con programas regionales, esa fue su “condena por eso obtuvo 27% a nivel nacional.
Más allá del discurso “revolucionario” de Morales, su gobierno, es un gobierno pragmático y está llevando a cabo el plan que le permitirá consolidar “el capitalismo andino”.
La democracia boliviana está en construcción y creo que ese elemento constituye la riqueza del momento político que viven los bolivianos por eso tal vez es un lugar donde se depositan muchas miradas.
R.Paniagua
Roxana, tu análisis me parece muy atinado. Cuando se contrastan esquemáticamente las izquierdas “pragmáticas” e “ideológicas” (con el sobreentendido de que son buenas y malas respectivamente), se oculta lo obvio: el pragmatismo puede estar guiado por principios ideológicos y la ideología puede aplicarse pragmáticamente. El caso de Evo Morales es particularmente relevante para este debate (conceptual y político) porque demuestra justamente que no es tan simple poner a fenómenos complejos en prolijas categorías analíticas. Bolivia es hoy un experimento, con aciertos y errores. Pero hay que subrayar, como tú lo haces, que se trata de un experimento creado y nutrido desde las bases.