DESAFÍO ENEL OCÉANO ÍNDICO
España vive angustiada esperando el desenlace del secuestro de un barco atunero, el Alakrana, capturado por piratas somalíes el pasado 2 de octubre.
La violencia en Somalia se manifiesta tanto en tierra como en el mar, y constituye un escenario en el que toda la Comunidad Internacional se ve desafiada. Es por ello que unidades navales de países tan variados como los EEUU, la Federación Rusa, la República Popular China, India, una flotilla europea – la primera misión naval de la Unión Europea en su historia – y de otros países tratan de responder a este desafío. Sorprende observar cómo el desafío de unos piratas pone en dificultades a potencias tan relevantes como las arriba citadas, y más aún sorprende que con tantos instrumentos militares en presencia sea tan difícil dar una respuesta firme a tal amenaza.
A quienes consideran a los piratas gentes sin oportunidades e incluso protectores de los recursos pesqueros de Somalia, en clave nacionalista y tercermundista, habría que recordarles que cuando sus actividades comenzaron a preocupar de verdad al mundo estos estaban atacando barcos del Programa Mundial de Alimentos (PMA) de la ONU y no a pesqueros occidentales que supuestamente esquilman la pesca de un país africano. Estos pesqueros, además, son atacados mucho más allá incluso de la Zona Económica Exclusiva (ZEE) de Somalia. Estos piratas son pues auténticos delincuentes del mar y, lo que es aún más preocupante, alimentan con su actividad una forma fácil de sobrevivir, el robo con violencia, en un país donde no hay esperanza de supervivencia y donde el terrorismo yihadista salafista avanza observando cada vez con mayor interés esta forma de humillar a Occidente.
Si el año pasado los piratas consiguieron más de 25 millones de dólares en rescates podemos suponer lo que pueden hacer con tal suma en términos de mantener vivo un conficto que desangra Somalia desde hace casi 20 años. Es responsabilidad de todos acabar con la piratería, evitar la extracción de dinero a barcos de todo tipo y de diversas nacionalidades, evitar que la conexión entre terrorismo y delincuencia organizada se siga reforzando, como ocurre con los Talibán y Al Qaida y el opio afgano, y que la libertad del mar se restaure.
En una zona de intenso tráfico marítimo como es el Golfo de Adén se están viviendo ahora mismo momentos dramáticos que no sólo afectan a ciudadanos españoles y de otros orígenes; es la lucha contra una de las fórmulas más eficaces de seguir alimentando las guerras, la combinación de radicalismo y de bandidismo la que se manifiesta en estas aguas y ello debería de invitarnos a todos a hacer causa común para derrotarla.