Los países del Norte no tienen el monopolio del multiculturalismo. Este término – tan controvertido y difícil de definir – transmite generalmente una noción de relativa armonía entre las diferentes comunidades. Fuera de los discursos de tenor nacionalista que denigran la diversidad como un vector de disolución de la sociedad (¡y de sus valores!), se dice que una sociedad es “multicultural” cuando se quiere recalcar la coexistencia pacífica y mutuamente enriquecedora de grupos que no comparten una identidad cultural, lingüística o religiosa. Sin caer en una lectura idealizadora de realidades complejas y atravesadas por relaciones de fuerza, podemos, de tanto en tanto, librarnos a una celebración de las instancias de multiculturalismo exitoso, sobre todo cuando éstas se dan en el Sur. A fin de cuentas, los comentadores y analistas pasamos ya bastante tiempo denunciando los “tribalismos” y “etnicismos” que desgarran a países del (mal) llamado Tercer Mundo. América Latina, por ejemplo, conoce graves problemas de discriminación, de racismo y de xenofobia. Las tensiones llevan, en ocasiones, a la violencia y de ello somos todos – con razón – muy conscientes. Pero, los casos que muestran que también la tolerancia y la aceptación son moneda corriente en el contexto latinoamericano rara vez salen en las noticias. Aquí menciono uno, entonces, para alentarnos: en días pasados, la colectividad musulmana de la Argentina que, según algunas estimaciones cuenta con 700,000 miembros, celebró en múltiples ámbitos y ciudades del país el cierre del Ramadán. Sin incidentes. Sin rechazo alguno por parte de la gran mayoría cristiana de la población. Sin excesos fundamentalistas ni palabras desafiantes. De hecho, si hay algo que señalar, es el carácter casi único en el mundo de las relaciones entre ésta, una de las más grandes comunidades islámicas del continente, y la comunidad judía, también cuantitativamente significativa en Argentina. Ya por más una década, se han efectuado numerosas ceremonias ecuménicas, reuniendo codo a codo imanes, sacerdotes y rabinos en una exhorto común por la paz y la justicia social. Hace un par de años, un evento extraordinario tuvo lugar en Buenos Aires: en 2007, con la coincidencia del Rosh Hashana (año nuevo judío) y el comienzo del Ramadán, el Sheik del Centro Islámico de la República Argentina y el Gran Rabino de la Argentina oficiaron un servicio conjunto, tal vez inédito en el mundo. Ambos subrayaron la “respetuosa convivencia” que reina en ese país, al cual ambas comunidades religiosas se sienten profundamente integradas.