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Los Estados Latinos de Norteamérica

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Los Estados Latinos de Norteamérica

San Antonio, TX – Para un extranjero visitando Texas, puede sorprender que en autobuses, escuelas y restaurantes se anuncie muy visiblemente que el portar armas en esos ámbitos – “con o sin permiso” – está estrictamente prohibido. No puede uno dejar de pensar que, si hace falta poner carteles como esos por todas partes, ¡por algo será! Pero si el espíritu de Estado “cowboy” se refleja en esos letreros, otro aspecto lleva a pensar en su decidido carácter fronterizo: todos esos carteles – así como los que indican que beber alcohol en la calle o que dirigen a los pasajeros de Greyhound hacia sus respectivos destinos – son bilingües: inglés y castellano. No es ninguna novedad que el suroeste de los EEUU tenga esa masiva presencia hispánica y que esa realidad se refleje en las pequeñas y grandes cosas de la vida cotidiana. Pero subterráneamente mucho está cambiando en lo que hace a tal realidad, menos visiblemente pero quizás a un nivel muy fundamental.

Algunos datos demográficos ya son conocidos pero vale la pena repetirlos, pues resulta difícil sobreestimar la magnitud del cambio: señalemos aquí que, no solamente este grupo ya constituye la minoría mas grande del país, sobrepasando a los afroamericanos, sino que en 2050 las personas de origen hispánico contarán por 25% de toda la población estadounidense. La presencia de este grupo trae aparejados fenómenos inéditos: por supuesto, la cuestión del idioma, pero también el substancial reto de los “indocumentados”, más de 11 millones de personas en condición de irregularidad de los cuales tres cuartos son latinoamericanos (mayoritariamente mexicanos y centroamericanos). Estos inmigrantes viven situaciones extremadamente difíciles, obviamente, y esto se hace aun mas dramático en el caso de aquellos que fueron traídos a los Estados Unidos como niños.

Llegados a la edad adulta, a veces incluso cursando estudios universitarios, estos jóvenes carecen de “papeles”… ni siquiera un permiso de conducir. Cualquier encuentro con la policía – por una infracción trivial, por ejemplo cruzar la calle con la luz roja – puede significar una detención preventiva y el inicio de un proceso de deportación. Imaginemos que el individuo en cuestión ha llegado con sus padres a Estados Unidos muy pequeño y que solamente habla ingles y no tiene ningún vinculo personal con su país de nacimiento. De hecho, estos casos, numerosos aunque difíciles de cuantificar con precisión, expresan el nudo de la problemática migratoria norteamericana. Los argumentos habituales que se esgrimen para oponerse a toda reforma legislativa que regularice a los inmigrantes indocumentados remiten a la idea de que “amnistiar” a tales personas equivale a recompensar a quienes hicieron trampa y a que, lo que habría que hacer, es forzarlos a salir del país (“auto-deportarse” es el término empleado por algunos) y que “se pongan en la cola” y esperen su turno para inmigrar.

Mas allá de la validez discutible de ese argumento (por ejemplo, no existe realmente una “cola” en la cual ponerse, es decir, una tramitación que pueda iniciarse sin lazos familiares con residentes legales norteamericanos), cabe subrayar algunos puntos que escapan a gran parte del debate público: estos jóvenes no “hicieron trampa”, pues no fue su decisión propia establecerse en los Estados Unidos (sino la de sus padres), y muchos de ellos son hoy ciudadanos (en el sentido cívico y no legal) modelo, es decir, educados y perfectamente integrados. Si existe tanta resistencia de parte de políticos y votantes para admitir incluso a esta categoría de migrantes, es fácil imaginar la enorme dimensión del prejuicio anti-inmigrante – por no decir anti-latino – que lamentablemente prevalece hoy en los Estados Unidos. Los norteamericanos de todas banderas políticas están de acuerdo en un solo y único enunciado: “El sistema de inmigración está quebrado” (the inmigration system is broken). Podríamos decir que lo que se rompió es la idea misma del “país de inmigrantes” con la que se crearon los Estados Unidos. Esperemos que se trate de un desgarro temporario y no de una ruptura definitiva.

Caveat lector: The opinions expressed in this blog are strictly personal, and do not necessarily reflect the views of Global Brief or the Glendon School of Public and International Affairs.


Advertencia: Las opiniones expresadas en este blog son estrictamente personales y no reflejan necesariamente las posiciones de Global Brief o de la Glendon School of Public and International Affairs.

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